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El entrenamiento no miente nunca. La competición, tampoco.

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El entrenamiento no miente nunca. La competición, tampoco.

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En el mundo del deporte profesional jugar una final no es cualquier cosa. Es como tomar una decisión clave de empresa, pero rodeado de cientos de personas que juzgan su resultado en el mismo momento que se toma y, además, con poco margen para rectificarla en el caso de que no sea acertada.

La final de la Champions League 2016, entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid, ha sido un espejo del párrafo anterior. Lo que la ha rodeado desde principio a fin ha sido “brutal” por parte de ambos equipos, que sólo tenían una cosa en la cabeza: ganar o ganar.

El Atlético de Madrid ha estado todo el tiempo concentrado bajo una frase de su entrenador, Cholo Simeone: “repetir, repetir y repetir para volver a repetir”. No importaba el jugador, ni la situación en la que le entrevistarán. Todos repetían ese mismo mensaje. Su base, el entrenamiento con entrega ciega sin objeciones de ningún tipo.

Por el otro bando el Real Madrid, apoyado en un momento de forma monumental, con Zinedine Zidane como entrenador revulsivo. Su mensaje: “Para ganar hay que sufrir”. Todos los jugadores subidos en un barco de apoyo mutuo, de vestuario infranqueable y de prudencia en las declaraciones para no trasladar expectativas de victoria. Muy al estilo de las ruedas de prensa de su entrenador.

Dos mensajes, de dos entrenadores diferentes, pero que realmente no lo son tanto. Tienen algo en común, que lo llevan al máximo extremo y sin miramientos: el entrenamiento. Defiende el trabajo diario como algo clave para tener suerte y ser mejor de lo que uno es realmente. Para ambos líderes, es la única vía para que un equipo pase de ser un grupo de profesionales altamente cualificados, a convertirse en un ejército armado y dispuesto a morir por la estrategia planteada en la competición.

No hay magia para estos dos directores que, de estar en una empresa, no sólo vigilarían que sus equipos tuvieran una adecuada formación, sino que los entrenarían en el puesto de trabajo, cada día, haciéndoles repetir comportamientos que generasen resultados empresariales.

La final de Champions League 2016 no engaño a nadie y puso de manifiesto que el entrenamiento hace competir a los profesionales. Que el entrenamiento, los hace aguantar acciones tácticas e individuales hasta la extenuación, delante de un graderío completo y desafiante, ante una situación que los puede hundir en cualquier momento o hacerlos dioses. Esto es lo que el entrenamiento consigue en el deporte y sería una enorme estupidez no utilizarlo para la empresa.

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